Muchos padres comentan que aprecian mucho esta práctica tan esencial: expresarse con pocas palabras.
Dicen que ahorra tiempo, explicaciones pesadas y sofócos. Pero no solo los adultos tienen esa opinión acerca de esta manera de comunicarse con los demás, también los adolescenten comentan que prefieren terminologias breves, concisas y claras. Frases muy cortas que dejan pie a la conclusión, y adaptación de lo que puede ser, dan espacio a que intervenga su intelecto, por ejemplo:
«El perro», «La puerta», «La luz» …
El interlocutor puede reflexionar a cerca de lo que le ocurre al perro, a la luz o a la puerta, son indicaciones lacónicas que residen en el hecho que al contrario de ser una orden urgente, ofrecen la oportunidad al niño o al adolescente que ejerza su iniciativa y la propia inteligencia.
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